El pacto

En cuarto curso Pepe ya se había adaptado a su nueva vida en Valencia. Añoraba Yecla pero al menos podía volver por Navidad y en verano. No así sus padres, para Julia fue como la deseada vuelta a la "capital", aunque no fuera Madrid, ella era de ciudad y poco le costó dejar atrás la vida del pueblo. Fernando tampoco lo añoraba, o al menos no lo mostraba.

Pepe y Amparo seguían conociéndose, él empezó a pensar que algún día, ella sería su mujer.

Esperando el tranvía

Las Navidades del 59 fueron el preludio de lo que iba a suceder, Pepe se fue a Yecla llevando consigo un regalo que le había hecho Amparo, un perrito de lana al que llamó "Gos". A su vuelta Pepe intentó organizar una cita para poder estar a solas, siempre se habían visto en presencia de amigos, en el Hogar, los guateques u otras reuniones.

Y por fin, una tarde de enero de 1960 quedaron para salir, un día para recordar porque nevó en Valencia, y eso no sucede muy a menudo. ¡Hasta salió en el nodo!


Fueron al centro, al bar Valencia (que ya no existe) y mientras charlaban tomando una cerveza y unas papas él le preguntó: "¿Te quieres casar conmigo cuando yo te lo pida?" Y ahí empezó el pacto que ambos cumplirían: ella diría que sí, hasta entonces se centrarían en sus estudios y ninguno de los dos perdería su espacio y sus libertades, sin el dominio del uno sobre el otro y a las 10 en casa. Era un compromiso a largo plazo.

Las milicias

Al final del cuarto curso, no hubo verano en Yecla. En su lugar, las Milicias Universitarias obligatorias  que consistían en una instrucción militar de 6 meses, y una vez superada, otros 6 meses de prácticas como oficial (Alférez) o suboficial (Sargento) en el acuartelamiento que se escogiera. Recuerdo de pequeña que mi padre contaba que fue Alférez en el ejército, y yo lo imaginaba como una especie de héroe, alguien muy importante. 

La instrucción se dividía en períodos de 3 meses, coincidiendo con los veranos, no os he dicho que le tocó en Ronda (Málaga). Como siempre, destacando en las fotos por ser el más guapo.


Pepe rogó a Amparo por carta que fuera a esperarle a la estación al finalizar los 3 primeros meses de campamento. Amparo, ilusionada por el encuentro, no sabía lo que le esperaba. Aún no había sido introducida en la familia y ahí estaba ella, con su futura suegra, la tía Consuelo y Pili, su hermanica. ¡Y el tren que no llegaba! 2 horas de retraso le parecieron una eternidad, pero al fin, en un tren repleto de jóvenes uniformados, más morenos y fuertes que cuando partieron, él llegó y pudieron reencontrarse, como se ve en la foto de portada.

Consuelo iba a Valencia siempre que podía, y este recibimiento no se lo podía perder, al igual que no se perdía ningún otro acontecimiento de la vida de Pepe. Como me cuenta su hija Maria Pilar, lo de Consuelo por mi padre era adoración.

Pepe con Consuelo
Pepe militar

Aún quedaba otro verano de campamento en Ronda, Pepe decía: "No hemos encontrado al enemigo, el año que viene volveré." Así que una vez más subiría al tren y con sus compañeros entonaría la canción que se había convertido en el himno de las milicias:


Amparo había terminado sus estudios de Magisterio y empezaba con sus primeras prácticas y algunas sustituciones. Pepe estaba más cerca de conseguir el Título de Licenciado en Derecho y pasar a una nueva etapa. 



Quiero aprovechar la mención a mi tía Consuelo Carreres Altadill para dedicarle este episodio, la he echado de menos y he pensado mucho en ella escribiendo este blog. En septiembre cumplió 102 años.


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