La Casa del Pino

A unos 18 Km de Yecla, por la carretera de Fuente Álamo y cerca del Monte Arabí, se encontraba el conjunto de La Casa Marta, que constaba de dos viviendas, ermita, bodega, corrales y un pozo frente a la casa. La casa se construyó a finales del siglo XVIII y pertenecía a la familia de la bisabuela Águeda Díaz Marta, madre de Eduardo Carreres Díaz. Las tierras abarcaban gran parte del paraje del Pozuelo.

Cuando Eduardo Carreres y su familia regresaron de Madrid, él compró el terreno del monte, muy cercano a la Casa Marta, para construir una casa más amplia y cómoda donde pasar los veranos. En el año 1927 la Casa del Pino ya estaba lista para instalarse.

Pepe, su hermanica Pili, y sus primas Mari Luz y Pilar se sumaron a aquellos veranos en el campo con la abuela y las tías. ¡Esta fotografía me encanta! La abuela Pilar con Pili y Consuelo del bracete, por el camino que lleva a la casa.

En el camino hacia la casa

Para trasladarse a la Casa del Pino los abuelos llamaban a José Antonio, el taxista, y cargaban el coche con todo el avío necesario para pasar una larga temporada. Tiempo antes la familia se desplazaba en carruaje. ¡Un viaje de 3 horas!


En el campo no les faltaba de nada, las familias de Antonio y Juanico, los labradores que vivían en la Casa Marta, hacían de todo con los productos que daba el campo y los animales. Les llevaban los huevos y cocían el pan, no sin antes haber pasado por la casa a por "la creciente" (masa madre). También les traían la leche de las cabras, recién ordeñada. Había que hervirla 3 veces antes de consumirla. Si se cuajaba, la abuela Pilar mezclaba el cuajo con azúcar para los niños. Me cuenta Pilar Martínez Carreres que a ella eso le encantaba. Cuando los labradores iban al pueblo, cada 15 días, la familia aprovechaba para hacerles encargos, aparte del avío para los siguientes días. Los pollos y gallinas se compraban en "Los Beatos", los conejos se cazaban por allí, esto les tocaba a los hombres.

En la balaustrada

Cuando los nenes eran pequeños, la abuela o las tías ponían un barreño con agua al sol, y ahí les bañaban. 
Pepe y Mari Luz

A la entrada del camino había un pino grande, un poco más adelante, a la izquierda en dirección a la casa, había otra serie de pinos grandes, que por su forma y disposición creaban un espacio ideal para jugar, leer,  o hacer la siesta.
Pepe y Pili

El monte Arabí es visible desde la Casa del Pino. Rodeado de misterio y leyendas, fue el destino de innumerables excursiones. La "Casa del Guardia" la "Cueva de la Horadada", la "Cueva del Tesoro", "La Puerta de la Iglesia", las pinturas rupestres, la cima y muchos más rincones. Precioso y cautivador.

Monte Arabí

Pepe pasaba las horas de siesta (obligatoria, y de la que sólo él se libraba como conté en otro capítulo) leyendo tebeos, y obras de literatura. Cuando llegaba la hora de la merienda, la abuela Pilar preparaba pan con mantequilla y una onza de chocolate. La mantequilla se conservaba en agua. Otras veces era pan con aceite, o pan vino y azúcar. 

El almuerzo también era un momento esperado: gachas migas, tortas fritas, cebolla frita con huevos revueltos. Y de comer: arroz viudo, legumbres, guisos de bacalao, patatas, atún en conserva, pasta, empanadillas, embutido, y como no, el pollo y el conejo de la caza. Entonces se preparaba un arrocico o unos gazpachos.

Pepe y Mari Luz abrazados a uno de los pinos

Finalizo con una fotografía más reciente de la Casa del Pino, que por suerte ha seguido en la familia y que, con mucho mimo y cuidado, han mantenido y han conseguido que más generaciones puedan disfrutar de ella.

La Casa del Pino hoy

Trato de trasladarme a aquel tiempo y sólo puedo pesar en ¡felicidad!

Muchas gracias a Pilar Martínez Carreres, Pilar Marco Carreres y Maria Pilar González Carreres por las fotografías y recuerdos, y a Amparo Silvestre Martí por recopilar la historia de la Casa Marta.

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