Mi "hermanica"
Antes de seguir con los primeros años de la vida de Pepe, voy a introducir a una persona muy importante en su vida, en nuestras vidas. Su hermana Pili, a quien él se refería siempre de forma cariñosa como mi "hermanica".
He de decir que cuando la llamé para contarle mi proyecto se emocionó, y pronto empezó a relatarme algunos recuerdos de su infancia, en esa misma llamada y sin previo aviso. ¡Gracias Tía Pili!
Los que la conocéis sabéis que su cabeza funciona como un calendario, así que contando con su ayuda, en cuestión de fechas no me voy a equivocar. Además también tengo su apoyo en cuanto a material gráfico.
Julia Pilar Marco Carreres, nació en Yecla el 21 de febrero de 1943, casi 4 años después que Pepe. Pese a la diferencia de edad, y de género, ellos compartieron muchas experiencias, y el cariño que se tenían siempre fue evidente.
De pequeños, cuando se acercaba la feria de septiembre, su padre les dejaba echar una mano en la confitería, liando caramelos o poniendo palicos a los polos, así se ganaban una propina para gastar en esos días.
Una vez, Pepe quiso echar una mano por su cuenta, era muy pequeño, 5 ó 6 años. Se metió en el obrador y se puso a cascar huevos, como había visto hacerlo a su padre, echándolos directamente a perder. Cuando le sorprendieron se llevó una buena reprimenda y un castigo, su padre le encerró en un cuarto y él se justificaba llorando y diciendo: ¡Yo sólo quería hacer "rollicos de Candeá"! Pili era muy pequeña pero por lo visto aquello no se olvidó nunca. En aquellos tiempos no estaban las cosas como para desperdiciar.
En la casa tenían una pianola, la habían traído de Madrid, adquirida en la tienda de pianos que tenía la madrina de tía Consuelo (hablaré de ella en otro episodio). Pili cuenta que Pepe, observaba cómo se movían las teclas de la pianola cuando se accionaba el mecanismo con el rollo. Después lo quitaba y reproducía tal cual los temas. Él nunca estudió música, lo suyo era un don.
La siguiente foto me gusta mucho, están los dos muy guapos. Tía Pili recuerda aquel día vagamente, pero sí que recuerda aquel momento por dos cosas. Lo que costó hacer la foto para conseguir la expresión idónea de la pareja, y que después de tanto rato, ¡a Pepe se le habían quedado las manos pegadas a la banqueta! Un barniz mal secado, probablemente.
En fin, el resultado fue esta maravilla:
Otro de los recuerdos importantes de la infancia de Pili con mi padre fueron los veranos en la Casa del Pino, con la abuela Pilar, tías y primas, mientras los padres se quedaban trabajando en el pueblo.
Esto será en otro capítulo, donde aprovecharé para introdiucir a Mari Luz y Pilar Martínez Carreres, las primicas.
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